Ketamina, categorizada como un “anestésico disociativo”1, se utiliza en forma líquida o en polvo como un anestésico, generalmente en animales. Se puede inyectar, consumir en bebidas, inhalar, o añadirse a los cigarrillos o los porros. La ketamina se incluyó en la lista de sustancias controladas en los EE.UU. en 1999.
Los efectos a corto y largo plazo incluyen aumento de la frecuencia cardíaca y de la presión arterial, náusea, vómitos, entumecimiento, depresión, amnesia, alucinaciones y problemas respiratorios potencialmente mortales. Los consumidores de ketamina también pueden desarrollar ansias por la droga. En dosis altas, los usuarios experimentan un efecto denominado “Agujero-K”, un experiencia “fuera del cuerpo” o “cercana a la muerte”.
Debido a la disociación, que crea el estado de ensueño, donde el usuario tiene dificultades para moverse, la ketamina se ha utilizado como una droga que “facilita el ataque sexual”.